La villa de Rubena, situada en la suave pendiente que desde Burgos asciende al Alto de la Brújula, recibe su nombre del modesto, aunque peligroso, Río Vena, que atraviesa su término municipal. Es citada ya en el año 921 en referencia a su iglesia de Santa Eulalia. Ha sido hasta hoy una población fundamentalmente agraria, con su complemento ganadero, y disfrutó de un breve periodo en el que la minería creó sueños de poderíos económico. La mina "Olvido" en 1908 aún benefició 30.000 toneladas de mineral, pero la minería no siguió adelante.
El desarrollo de las comunicaciones y el crecimiento de la ciudad de Burgos amenazan con absorber el urbanismo de la villa. En la segunda mitad del siglo XIX, en plena revolución industrial se hallaron en el término veneros de hierro que generaron proyectos y realizaciones. En 1047 don Ramiro Sánchez, rey de Aragón, aparece como dueño de Rubena y, en tal condición, dona la misma a la Abadía de San Salvador de Oña y a su abad, San Íñigo. Así, por espacio de 800 años la villa vivió bajo el pacífico y poco entrometido gobierno de la célebre abadía que, una vez más, cumplió su hermosa misión de cultura, tal y como podemos apreciar en la artística iglesia parroquial, rematada por una graciosa espadaña que alegra el horizonte del pueblo.
Uno de los aspectos más interesantes de esta villa es su enclavamiento en el Camino de Santiago, en el punto en el que prácticamente se unen el Camino francés definitivo y el que algunos llaman, sin exactitud, de Los mercaderes, que penetraba en España por Fuenterrabía y por Vitoria, Miranda y Briviesca. La peregrinación gozó en Rubena de una alberguería tan beneficiosa que fue favorecida por Alfonso VII, el emperador, y por otros nobles. El bello crucero que aún se conserva, que data de 1556, es una confirmación más de la condición caminera, y en este caso cristiana, de Rubena